sábado, 24 de mayo de 2025

EL OBISPO JUGADO A LA CHUECA

 

Este hecho ocurrió en las vegas en las orillas del rio de Tirua, en donde paso esta odisea vivida por el obispo Don Francisco José Maran, quien había nacido en Arequipa Perú, había sido nombrado, y tomando posición de la diócesis de concepción en 1780.

Al querer ser visita pastoral de valdivia y Chiloé, como no podía hacerlo por mar, porque sufría mucho por el mareo, lo emprendió por tierra, después de mucho tiempo de averiguar si podía hacerlo sin peligro.

Entonces el intendente de concepción, Don Ambrosio O'Higgins, le aseguro que no había peligro en el viaje y que todo el territorio de la araucania se encontraba tranquilo.

Emprendió en viaje el obispo con una nueva escolta y no poco equipaje, consiste especialmente, en objetos de culto, altar portátil, ropas, alimentos, y también cosas curiosas para regalarle a los mapuches.

Salió el obispo y la comitiva de concepción el 28 de octubre de 1787. Cruzo el biobio en San Pedro y siguió por colcura y arauco y tucapel y después por la costa hacia el sur. El día 27 de noviembre baldeo el rio tirua. A los mapuches se le abrió el apetito al ver avanzar por su territorio lentamente una numerosa recua de mulas de carga. El obispo no sabía lo que era Tirua. Tirua es el extremo del sur de la cordillera de nawelbuta, y que cae ahí hacia el mar, y constituye la llamada punta de Tirua. Es una zona áspera y 

montuosa: riscos, bosques, pantanos y tembladeras y quilantales dificultan la marcha. Sus senderos eran conocidos con el nombre de “camino de los riscos”. De este conjunto de circunstancia viene su nombre de Tirua. Que en mapudungun es Turumhue, que quiere decir lugar de alistamiento. El lugar se presta para una emboscada y los mapuches así lo hicieron. Andaban de correrías los hermanos Wentemu y Ancatemu. Acompañaban a estos también el cacique Curamilla, además atraídos por conseguir un buen botín, se había acercado a estos lugares un grupo de bravísimos guerreros boroanos. El asalto al obispo y su comitiva produjo a las dos de la tarde el 28 de noviembre y este y su gente fueron hechos prisioneros. Después del reparto del botín se trató el destino de los apresados. Ancatemu y su hermano wentemu estaban por la muerte de ellos todos. No así Curamilla que abogaba por la conservación de la vida de los cautivos. Después de mucho discutirlo y no al ponerse en acuerdo, resolvieron jugar el destino de los prisioneros, al resultado de un partido a la chueca un juego a tres goles. El que llagara primero a este resultado, de los equipos que jugarías este partido, sería el ganador y dispondría en consecuencia de los prisioneros.

Dispuestos los equipos, tanto el representativo de los hermanos Ancatemu y Wentemu,y como el cacique Curamilla, se dio inicio a tan importante y decisivo encuentro a la chueca. El espanto y la angustia se apodero del obispo y de toda su gente, que con la muerte pintada en sus caras solo esperaban un milagro que los librara de tal cruel destino, se dispusieron a morir cristianamente a la vez que para obtener de dios diera rapidez, destreza y triunfo al equipo de Curamilla, el obispo hizo promesa de obsequiar en honor el santísimo sacramento de su peculio personal, un rica y hermosa custodia de su iglesia catedral.

Se inicio el partido, y el obispo y los demás fueron encerrados en una ruka a cierta distancia de la cancha del juego, hasta donde llegaban amigos con información del desarrollo del partido. Se dice que por bastante tiempo y por desesperación de los prisioneros. La primera anotación la hizo el equipo de Wentemu, que era el capitán, lo que fue celebrado ruidosamente, y demás partidarios de la muerte del obispo.

Finalmente, a la caída del sol, el equipo de Curamilla (era el capitán) consiguió después de esfuerzos agotadores y prolongados los tres goles (coni) salvadores, y se les proclamó ganadores y se decretó la salvación y libertad del obispo y su comitiva, quienes sin esperar más emprendieron rápidamente la vuelta hacia el norte alejándose de la mortal Punta Tirúa, llegando el día 9 al atardecer a San Pedro en el Biobío y sin esperar el día siguiente lo cruzaron rápidamente llegando a Concepción.

El obispo Marán, después de tan terrible experiencia y por razones de salud fue trasladado a Santiago, sede que gobernó hasta 1809 año de su muerte.